Y hoy me pregunto ¿por qué hay un pez en un estanque de anfibios?
¿Qué es esa incomodidad de no saber si pertenezco a donde habito?
¿Por qué me escalofría esa brisa nocturna soplando mi espalda?
Soy yo solo oyendo los tics y los tacs de un reloj de pared en la sala.
Otro más en la cocina.
Mientras todos duermen yo desvelo mis ganas de que sea un nuevo día.
Esa maldita e incontrolable bifurcación de mis deseos.
Un desorden inefable.
Una armonía inestable.
Con todo y eso he mandado al carajo varias cosas en estos días.
Mi agudo pendejismo, por ejemplo.
Creo que sólo me falta aprender a cuándo decir las cosas.
Los veo como agua y aceite, aunque son más como agua y vinagre.
Una metástasis de mierda.
La peor de todas las uniones.
Callar con uno mismo no es bueno.
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