Amanece con rayos punzantes hirientes. Sin saber qué hora te recibe y, sin despegar las pestañas para poder apreciar todo el desorden, te cautiva el olor a restos de comida, sin importar cuánto tiempo haya estado a la intemperie ese pedazo de pizza en un rincón de esa mesa.
Sólo bastará unos escasos minutos para que -aún sin levantarte- te des cuenta del mundanal -hoy ausente- que estuvo rasgando las paredes la noche anterior.
Decidido a continuar, tratas de retomar frustradamente aquel divino sueño de besos salvajes y sabores Fresa-Noséqué etílicos, donde eras atacado por musas sedantes. Tu curiosidad conspira con tu queso y te empuja a mover los pies fuera de la cama, arrastrándote como gusano minusválido por el corredor.
Hiciste sentir en toda la estropeada casa los quejidos del sueño malcurado. A través de una rota persiana de una ventana llegas a divisar flashes que recorrieron todo el largo y estrecho pasaje oscuro, como llamando a apreciar lo sórdido. Avizorando entre el mar de desechos logras capturar vagamente algunas escenas debido, tal vez, a la avitaminosis ocular que padeces o al simple perenne sueño.
Vómitos apostados en los sobrantes espacios de cada rincón de la estupefacta sala te cuentan cuántos kilos y litros de materia degustable pasaron por las gargantas sedientas de las decenas y muchas más malsanas aberraciones de la naturaleza. Por ende, acusado estás del significativo malestar de todo ser que en este día abra los ojos alrededor de las 3 pm buscando las pastillitas efervescentes. Tampoco quedas excusado de la libre circulación de algunas almas en el inframundo. Pero ellas te agradecen.
Y sin meditar las pausas alegres -esas que te hacen sentir que sabes todo, pero que sabes nada realmente- aumentó en ti la despreocupación. Ya titilaban los destellos de alegría con mucha más vehemencia, resaltando entre el polvo flotante y el pernicioso olor nasalmente inaceptable.
Todo rápidamente se derrumbó con un sórdido Tum-Tum de madera proveniente del arco principal, y de tu cuerpo, sin inmutarse, salió tu brazo izquierdo disparado directamente había la puerta, como si hubiese estado esperando al llamado desde hace un buen largo rato, pero... ¿qué inhóspitas acusaciones le habrá contado la derecha para que frenase su decidida marcha y la acompañara a hurgar entre retazos de placenta cerebral regados por el piso como serpentina? Nunca se sabrá del misterio. Porque los misterios son mudos...
¡Pum! -la puerta se abrió de una sola patada- Fuiste arrojado. Caíste. Lo que viste fue el decorado de las lámparas sujetas al techo blanquecino. Sólo bastó un parpadeo como reacción para que pudieras apreciar alrededor de la escasa vista confundida tres picos, o realmente, tres puntas cilíndricas con cavidades de incalculable profundidad. ¡Armas! ¡Santos Demonios!... Armas de fuego que podrían agotar tu existencia. Lo que hubo pensado fue materializado; hubo ráfagas ya antes imaginadas. Pero no tan acertada es la carta inicial.
Disparos cuestionantes fue lo que oíste: "¿Hasta dónde seréis capaz de llegar, no habéis pensado que fuisteis pionero? De tu hedor se impregna el espacio de los libertinos faltos de pudor. Cada sensato os observa de lejos mientras la anarquía es liberada por vuestra persona, sin tener ni la mísera idea del tiempo hasta que nosotros te recordamos lo atroz. ¿Y quién más está cerca del juego? ¿Cómo podéis manejar las mentes? ¿Por cuánto tiempo lo habéis hecho? ¿A qué lugar deseáis alcanzar?... Si os rendís en este instante tendréis una segunda oportunidad. Sólo buenas cosas habrán de introducirse en tu basto cerebro de inimaginables conocimientos de alta resolución pictórica..."
¡Hey! ¡Ya basta de tantas pacatas e imbéciles palabras que aturden mi mente! Todos guardan sus cerebros dentro de casas de caracoles haciendo sus pensamientos mucho más enrollados... Sólo tuve una gran fiesta anoche y nada más, excepto porque alguien alteró las bebidas y todos terminamos intoxicados y tumbados a la cama... Hasta ahora no tengo idea alguna de quién ha sido el precursor de dicho acto.
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