Justifico que te odio. Estoy frío como gota de lluvia londinense y cada noche empiezo a sentir comezón en mis dedos por culpa de la hipotermia anual, pero me gusta. Lo que me hace pensar en que nunca te tuve cerca y aún así te adoraba, con desespero, casi sin razón, pero yo sé que mi locura tiene más motivos en el mundo que cualquier otra cosa... Recuerda esa vez que quisiste con demencia comer un simple chocolate; allí estaban esos demonios que nos hacen dar el todo por casi nada. Bueno yo no pido nada, me atrevo a decir que lo que pido es basta razón para nunca más pedir otra cosa. Sin embargo creo que ni te importa lo que digo y hasta podrías barrer todo el suelo del Centro de Caracas con mis letras y blasfemar de mis escritos por doquier con propiedad absoluta. Baf! Como sea. Aún hay muchas estrellas de mar y de cielo. Un solo palo no hace montaña.
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